“Me estoy acostumbrando a las bienvenidas y los adioses, como si cualquier separación no fuera jamás ausencia, y las llegadas ocurrieran sin apegos. Ya no hay llanto en los ojos de los pies que sonríen al camino, ni raíces que se aferran a la tierra”. Giselle Lopez.
Hoy me he quedado sentada en el banco, mirando las hojas caer.
La vida en hojas otoñales se dispersa por el suelo.
Y yo en mi banco escondido, en ese rincón de mi alma donde me suelo perder.
Yo apenas. Yo sin fuerzas. Respirando lejanías y canciones del ayer.
Si pasaras no me reconocerías. Si pasaras ni te llamaría. Tomaría una foto de tu silueta distante, de tu alegría inocente, de tus abriles danzantes.
Y no se porque te espero, si tu, la de antes, ya no vienes por aquí.
Sin embargo hay días como este. Como tantos.
Donde me siento a pensarte. A extrañarte.
Porque te echo de menos, a ti, la de antes.
Y no me averguenza, no siento culpa.
Solo que ahora, el otoño duele bastante.